jueves, 22 de febrero de 2018

EL ARTE DE PLAGEAR EN EL COLEGIO


EL ARTE DE PLAGEAR EN EL COLEGIO

Estaba en la plena etapa de la secundaria educativa y cursaba el segundo año, era una tarde muy tensa y agria, porque ese día nos tomarían examen del curso de Química, tensa digo porque la profesora que nos enseñaba no tenía ninguna cara de mensa por cierto se llamaba Victoria, nombre que hasta el día de hoy recuerdo  “con mucho cariño”.

Eran las 2:20 pm hora de cambio de turno e inicio de ese examen crucial, momento donde todos “inteligentes y burros” estábamos tensos, yo pertenecía a los últimos desafortunadamente; siempre andábamos en manadas, los inteligentes por un lado y los burros por otro lado, coordinando nuestros planes maquiavélicos para tratar de aprobar aunque sea con un orgulloso “once”, y esa seria nuestra mayor victoria.

La voz altisonante, con tono vozarrón de la profesora Victoria hacia estremecer hasta las paredes del salón, allí ya sentíamos la derrota en su total plenitud de no intentar nada que nos delate; y es que ya días atrás habíamos planeado utilizar el vil arte de “plagiar”, preparando todo nuestro arsenal de plagios  como pequeñas laminas de hojas escritas con las tediosas fórmulas químicas, las mujeres se escribieron en sus piernas, otros pegaron el plagio debajo de las carpetas y solo era jalar la hoja y leíamos todo; sin embargo, parecía que la profesora ya sabía de nuestros viles planes y destrozó todas nuestras barricadas, nos desarmó en su totalidad, ordenó que todos saliéramos del salón sin cuadernos ni nada, rumbo a otro salón, nos hizo formar en columnas de a dos e íbamos ingresando en pareja, un hombre y una mujer, por no decir un burro y una inteligente.

Cuando ingresamos al salón gran sorpresa fue al ver carpetas todas ordenadas en forma de circulo y el asiento de la profesora al frente de todos, nos sentíamos derrotados sin haber dado tal examen, estábamos muy nerviosos, considerábamos que esta medida era muy inicua para nosotros pero, nada podíamos hacer nuestra suerte ya estaba echada cuando comenzó a dejar los exámenes en cada mesa y antes de empezar la “masacre masiva”, nos advirtió que al primero que detecte plagiando se suspendería el examen para todos; con esa advertencia ya estábamos sentenciados, todo el salón estaba en modo silencio, ni ganas de voltear hacia el compañero para alguna respuesta solidaria, solo esperábamos el momento del degollamiento académico, yo estaba perplejo, anonadado, pensaba en lo que me dirían mis padres al llevar este curso para nivelación en vacaciones, estaba seguro que ellos me harían revivir después del degollamiento, para luego volverme a degollar o a lo mucho ser víctima de un descuartizamiento.

Pasaban los minutos aciagos, cuando de pronto la maestra anuncia que vayamos terminando porque faltaban nada más que diez cruciales últimos minutos, vivíamos los descuentos de nuestra vida, burros e inteligentes nos mirábamos las caras de preocupación y derrota, cuando de pronto la maestra dio un golpe inusitado en su carpeta y con su voz prominente dijo: alto, deténganse…!! Nosotros pensamos que llegó la hora de morir; para sorpresa nuestra la pedagoga nos pidió que cada uno coja su examen y lo rompa en cuatro pedazos con toda la furia de la frustración que teníamos, comenzamos hacerlo al inicio algo dubitativos pero, luego descargamos toda nuestra furia en ese examen, luego nos dijo que nos pusiéramos de pie y que a la cuenta de tres comenzáramos a gritar lo más fuerte que podamos; por momentos pensamos que la Amauta había enloquecido y deberíamos llamar al director para que se la lleven con camisa de fuerza rumbo al manicomio o a la silla eléctrica, fue cuando de pronto, insistió que gritemos lo mas altisonante que podamos y ella lo haría con nosotros. Fue la mejor catarsis que había hecho en mi vida y con mayor motivación porque la Maestra lo hizo con nosotros, allí liberamos toda nuestra frustración, gritando lo más fuerte que hemos podido hasta derramar nuestras lágrimas y abrazarnos con regocijo.

Todos pensamos que esto era una treta pero, no fue así, la Maestra nos comenzó a hablar que sentía todo el salón con una fuerte tensión nerviosa, nerviosismo que le hizo recordar cuando paso algo similar en su etapa de estudiante secundaria, lamentablemente a ella si la jalaron del curso enviándola a nivelación en las vacaciones, sus padres se molestaron mucho y la castigaron al igual que a sus demás compañeros. Nuestra Maestra se prometió esa vez que nunca le haría eso a sus hijos ni a sus alumnos si por cosas de la vida se convirtiera en Docente, y que bendición fue que se convirtiera en una “pedagoga justa”.

Maestra que hasta el día de hoy recuerdo, porque esa noble acción es la que me enseñó a cuidar a mis hijos, mis padres, hermanos y la sociedad en general donde está el prójimo, cuidando la autoestima de todos ellos.

Hasta mi próxima historia….


lunes, 19 de febrero de 2018

MI PRIMERA VEZ


MI PRIMERA VEZ...

Era mi etapa de estudiante secundario, bordeaba el quinto de secundaria cuando tuve mi primera experiencia, fue algo desagradable y forzada en un ocaso de un día de mitad de semana que teníamos una reunión mis compañeros y yo para asistir a una tertulia musical pero, estos compañeros me esperaban a las afueras del recinto y de pronto, escuche un silbido conocido, característico de los jóvenes pueriles que pertenecíamos a una manada de “chibolos”, eran mis compas del colegio que me hacían señas para que me acercase muy sigilosamente a ellos. Ya de pronto, estando juntos nos pusimos de acuerdo en no asistir al evento y en vez de ello compartiríamos unos momentos de velada agradable, y fue de pronto cuando avisté una botella de licor de esos preparados baratos que consumen los primerizos que recién comienzan a beber licor.

Solo sonreí nerviosamente, me sorprendí cuando vi tomar con total naturalidad a mis amigos, parecían viejos lobos de la bebida; es allí cuando me tocó el turno de coger la botella y servirme una copa, a lo que rechacé tal ofrecimiento, mis amigos comenzaron a presionarme y me seguía negando sobre todo por el miedo a lo que me dirían mis padres si llegara ebrio a casa. La persistencia manipuladora de estos desgraciados compañeros hizo que yo cediera y me sirviera con mucho nerviosismo mi primera copa oficial, recordaba a mi padre cuando bebía en la casa con sus amigos, en forma natural y ellos se divertían, trate de hacer lo mismo y me embullé mi primera copa, bebí lo más rápido y sentí que no pasaba nada, estaba todo normal los primeros cinco segundos luego, sentí que me faltaba aire, comencé a toser, me puse rojo como un rocoto y en ese momento sentía que me despedía de este mundo por la falta de oxigeno en mi ser. En mi completo delirio me sorprendía ver a mis amigos que se reían del estado en el que me encontraba y nadie me auxiliaba, luego de unos minutos ese malestar desapareció y estuve tranquilo por unos minutos hasta que la copa volvió a mí y ya no quería saber nada de licor pero, estos incautos amigos persistían a que siguiera bebiendo, comenzaron a insultarme, a herir mi hombría varonil es allí cuando por mi honra y mi honor volví aceptar servirme otra copa de licor, el síntoma de beber por primera vez era menos, ya no me faltaba el aire, estaba tranquilo pero, comencé a sentir temblor en mi cuerpo, un cierto escalofrío invadió todo mi ser y otra vez nadie me asistió todo lo contrario, solo se reían de mi.

Ya pasaban por la cuarta copa y sentía que me habían drogado porque comencé a reírme de todo, cual movimiento veía me moría de la risa, un compañero se tiró un “pedo” y todos estallamos de risa y yo caí al suelo revolcándome de la risa, dentro de mi me decía “que me pasa, que me sucede”, pero, era algo que no podía controlar; pasaban las horas y decidimos comprar otra botella de ese licor barato y seguíamos consumiendo esa bebida, yo paré de reír para pasar a la otra etapa y era la de la tristeza, la melancolía; me quedé mudo por un buen rato, parado recostado en la pared y todos me miraban como si yo fuera un completo esperpento de zombie. Luego de unos minutos vino mi verdadera desgracia, porque nos cayó la policía y todos mis amigos corrieron, yo traté de emprender la huída y solo me caía una y otra vez, fui el único a quien la policía capturo, me llevaron a la comisaria, me pedían que diera mi dirección de domicilio pero, yo estaba muy mal, balbuceaba, comencé a vomitar en el escritorio del comisario, los policías me llevaron a otro ambiente, me sentaron en un viejo mueble, me trajeron unas frazadas y me quedé dormido, eso fue lo último que recuerdo. A la mañana siguiente vi el día claro y no podía creerlo y es que amanecí en mi propia cama, abrigado con mis propias frazadas, empecé a temblar de miedo pero, esta vez mi miedo ya no era por el licor sino mas bien por lo que me dirían mis padres y estaba con miles de preguntas en mi mente, no sabía cómo llegue a casa, quién me trajo, qué pasó, qué hice y demás interrogantes.

Mi mamá ingreso a mi habitación que por cierto estaba inundado con un perfume de licor barato marca “cien fuegos”, ella me miró muy seria con graves signos de molestia y yo la miraba con un rostro de arrepentimiento; mi madre me hizo las preguntas claves como dónde has estado, con quién has estado, qué has bebido, y el silencio se apoderó de mi habitación; no me quedaba otra opción que decir mi verdad, mostrar arrepentimiento y pedir perdón desde el fondo de mi corazón, porque al fin y al cabo mi vida debería de continuar y no frenarse por unas copas de licor barato.

Hasta mi próxima historia….