MI PRIMERA VEZ...
Era mi etapa de estudiante secundario, bordeaba el quinto de
secundaria cuando tuve mi primera experiencia, fue algo desagradable y forzada
en un ocaso de un día de mitad de semana que teníamos una reunión mis
compañeros y yo para asistir a una tertulia musical pero, estos compañeros me
esperaban a las afueras del recinto y de pronto, escuche un silbido conocido, característico
de los jóvenes pueriles que pertenecíamos a una manada de “chibolos”, eran mis
compas del colegio que me hacían señas para que me acercase muy sigilosamente a
ellos. Ya de pronto, estando juntos nos pusimos de acuerdo en no asistir al
evento y en vez de ello compartiríamos unos momentos de velada agradable, y fue
de pronto cuando avisté una botella de licor de esos preparados baratos que consumen
los primerizos que recién comienzan a beber licor.
Solo sonreí nerviosamente, me sorprendí cuando vi tomar con
total naturalidad a mis amigos, parecían viejos lobos de la bebida; es allí cuando
me tocó el turno de coger la botella y servirme una copa, a lo que rechacé tal
ofrecimiento, mis amigos comenzaron a presionarme y me seguía negando sobre
todo por el miedo a lo que me dirían mis padres si llegara ebrio a casa. La persistencia
manipuladora de estos desgraciados compañeros hizo que yo cediera y me sirviera
con mucho nerviosismo mi primera copa oficial, recordaba a mi padre cuando bebía
en la casa con sus amigos, en forma natural y ellos se divertían, trate de
hacer lo mismo y me embullé mi primera copa, bebí lo más rápido y sentí que no
pasaba nada, estaba todo normal los primeros cinco segundos luego, sentí que me
faltaba aire, comencé a toser, me puse rojo como un rocoto y en ese momento sentía
que me despedía de este mundo por la falta de oxigeno en mi ser. En mi completo
delirio me sorprendía ver a mis amigos que se reían del estado en el que me
encontraba y nadie me auxiliaba, luego de unos minutos ese malestar desapareció
y estuve tranquilo por unos minutos hasta que la copa volvió a mí y ya no quería
saber nada de licor pero, estos incautos amigos persistían a que siguiera bebiendo,
comenzaron a insultarme, a herir mi hombría varonil es allí cuando por mi honra
y mi honor volví aceptar servirme otra copa de licor, el síntoma de beber por
primera vez era menos, ya no me faltaba el aire, estaba tranquilo pero, comencé
a sentir temblor en mi cuerpo, un cierto escalofrío invadió todo mi ser y otra
vez nadie me asistió todo lo contrario, solo se reían de mi.
Ya pasaban por la cuarta copa y sentía que me habían drogado
porque comencé a reírme de todo, cual movimiento veía me moría de la risa, un
compañero se tiró un “pedo” y todos estallamos de risa y yo caí al suelo revolcándome
de la risa, dentro de mi me decía “que me pasa, que me sucede”, pero, era algo
que no podía controlar; pasaban las horas y decidimos comprar otra botella de
ese licor barato y seguíamos consumiendo esa bebida, yo paré de reír para pasar
a la otra etapa y era la de la tristeza, la melancolía; me quedé mudo por un
buen rato, parado recostado en la pared y todos me miraban como si yo fuera un completo
esperpento de zombie. Luego de unos minutos vino mi verdadera desgracia, porque
nos cayó la policía y todos mis amigos corrieron, yo traté de emprender la huída
y solo me caía una y otra vez, fui el único a quien la policía capturo, me
llevaron a la comisaria, me pedían que diera mi dirección de domicilio pero, yo
estaba muy mal, balbuceaba, comencé a vomitar en el escritorio del comisario,
los policías me llevaron a otro ambiente, me sentaron en un viejo mueble, me
trajeron unas frazadas y me quedé dormido, eso fue lo último que recuerdo. A la
mañana siguiente vi el día claro y no podía creerlo y es que amanecí en mi
propia cama, abrigado con mis propias frazadas, empecé a temblar de miedo pero,
esta vez mi miedo ya no era por el licor sino mas bien por lo que me dirían mis
padres y estaba con miles de preguntas en mi mente, no sabía cómo llegue a
casa, quién me trajo, qué pasó, qué hice y demás interrogantes.
Mi mamá ingreso a mi habitación que por cierto estaba
inundado con un perfume de licor barato marca “cien fuegos”, ella me miró muy
seria con graves signos de molestia y yo la miraba con un rostro de
arrepentimiento; mi madre me hizo las preguntas claves como dónde has estado,
con quién has estado, qué has bebido, y el silencio se apoderó de mi habitación;
no me quedaba otra opción que decir mi verdad, mostrar arrepentimiento y pedir perdón
desde el fondo de mi corazón, porque al fin y al cabo mi vida debería de
continuar y no frenarse por unas copas de licor barato.
Hasta mi próxima historia….
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