lunes, 19 de febrero de 2018

MI PRIMERA VEZ


MI PRIMERA VEZ...

Era mi etapa de estudiante secundario, bordeaba el quinto de secundaria cuando tuve mi primera experiencia, fue algo desagradable y forzada en un ocaso de un día de mitad de semana que teníamos una reunión mis compañeros y yo para asistir a una tertulia musical pero, estos compañeros me esperaban a las afueras del recinto y de pronto, escuche un silbido conocido, característico de los jóvenes pueriles que pertenecíamos a una manada de “chibolos”, eran mis compas del colegio que me hacían señas para que me acercase muy sigilosamente a ellos. Ya de pronto, estando juntos nos pusimos de acuerdo en no asistir al evento y en vez de ello compartiríamos unos momentos de velada agradable, y fue de pronto cuando avisté una botella de licor de esos preparados baratos que consumen los primerizos que recién comienzan a beber licor.

Solo sonreí nerviosamente, me sorprendí cuando vi tomar con total naturalidad a mis amigos, parecían viejos lobos de la bebida; es allí cuando me tocó el turno de coger la botella y servirme una copa, a lo que rechacé tal ofrecimiento, mis amigos comenzaron a presionarme y me seguía negando sobre todo por el miedo a lo que me dirían mis padres si llegara ebrio a casa. La persistencia manipuladora de estos desgraciados compañeros hizo que yo cediera y me sirviera con mucho nerviosismo mi primera copa oficial, recordaba a mi padre cuando bebía en la casa con sus amigos, en forma natural y ellos se divertían, trate de hacer lo mismo y me embullé mi primera copa, bebí lo más rápido y sentí que no pasaba nada, estaba todo normal los primeros cinco segundos luego, sentí que me faltaba aire, comencé a toser, me puse rojo como un rocoto y en ese momento sentía que me despedía de este mundo por la falta de oxigeno en mi ser. En mi completo delirio me sorprendía ver a mis amigos que se reían del estado en el que me encontraba y nadie me auxiliaba, luego de unos minutos ese malestar desapareció y estuve tranquilo por unos minutos hasta que la copa volvió a mí y ya no quería saber nada de licor pero, estos incautos amigos persistían a que siguiera bebiendo, comenzaron a insultarme, a herir mi hombría varonil es allí cuando por mi honra y mi honor volví aceptar servirme otra copa de licor, el síntoma de beber por primera vez era menos, ya no me faltaba el aire, estaba tranquilo pero, comencé a sentir temblor en mi cuerpo, un cierto escalofrío invadió todo mi ser y otra vez nadie me asistió todo lo contrario, solo se reían de mi.

Ya pasaban por la cuarta copa y sentía que me habían drogado porque comencé a reírme de todo, cual movimiento veía me moría de la risa, un compañero se tiró un “pedo” y todos estallamos de risa y yo caí al suelo revolcándome de la risa, dentro de mi me decía “que me pasa, que me sucede”, pero, era algo que no podía controlar; pasaban las horas y decidimos comprar otra botella de ese licor barato y seguíamos consumiendo esa bebida, yo paré de reír para pasar a la otra etapa y era la de la tristeza, la melancolía; me quedé mudo por un buen rato, parado recostado en la pared y todos me miraban como si yo fuera un completo esperpento de zombie. Luego de unos minutos vino mi verdadera desgracia, porque nos cayó la policía y todos mis amigos corrieron, yo traté de emprender la huída y solo me caía una y otra vez, fui el único a quien la policía capturo, me llevaron a la comisaria, me pedían que diera mi dirección de domicilio pero, yo estaba muy mal, balbuceaba, comencé a vomitar en el escritorio del comisario, los policías me llevaron a otro ambiente, me sentaron en un viejo mueble, me trajeron unas frazadas y me quedé dormido, eso fue lo último que recuerdo. A la mañana siguiente vi el día claro y no podía creerlo y es que amanecí en mi propia cama, abrigado con mis propias frazadas, empecé a temblar de miedo pero, esta vez mi miedo ya no era por el licor sino mas bien por lo que me dirían mis padres y estaba con miles de preguntas en mi mente, no sabía cómo llegue a casa, quién me trajo, qué pasó, qué hice y demás interrogantes.

Mi mamá ingreso a mi habitación que por cierto estaba inundado con un perfume de licor barato marca “cien fuegos”, ella me miró muy seria con graves signos de molestia y yo la miraba con un rostro de arrepentimiento; mi madre me hizo las preguntas claves como dónde has estado, con quién has estado, qué has bebido, y el silencio se apoderó de mi habitación; no me quedaba otra opción que decir mi verdad, mostrar arrepentimiento y pedir perdón desde el fondo de mi corazón, porque al fin y al cabo mi vida debería de continuar y no frenarse por unas copas de licor barato.

Hasta mi próxima historia….         

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