lunes, 19 de marzo de 2018

LISTOS PARA AHOGARNOS COMO TONTOS!


LISTOS PARA AHOGARNOS COMO TONTOS POBRETONES

Era un fin de semana de feriado largo como solo suele haber en mi país el Perú, el cual decidí aprovechar con un grupo de amigos irnos a pasar los días en la playa, recuerdo que la emoción que sentíamos era típica de todo infante insaciable y hasta podría decir en cierto modo que estábamos excitados por disfrutar cada instante que estemos en un puerto marino, llevamos ropa suficiente para varios días, gasolina para el coche, dinero y la motivación necesaria para garantizar una buena estadía esos días de diversión mundana y para esos todos los mundanos  estábamos muy motivados en asegurar tal festín.

Llegamos muy temprano para de inmediato instalarnos cada quien en sus habitaciones de hotel, luego nos pusimos de acuerdo a salir en el acto del hotel y disfrutar del día, fuimos a la cevichería mas cercana para degustar de un delicioso y agrio ceviche (platillo bandera), en la primera cevichería aun no había ceviche, fuimos a otro y tampoco había, nos resignamos y nos fuimos a “la caleta”, un grupo de cevicherias al paso al lado del mar y con el olor de la brisa marina, mis amigos y yo somos “buenos pobres”, no nos importaba el lugar, la cosa es que nos brinden un buen ceviche comible aunque sea en botella; tal fue nuestra sorpresa que los platos resultaron ser muy agradables que repetimos a un segundo platillo, veíamos a los comensales que digerían sus bocadillos marinos con total agrado a lo cual nosotros no estábamos exentos.

Como todo buen peruano que sabe que un ceviche sin rocoto no es ceviche es por ello que los platos “emanaban” fuego debido que estaban sumamente picantes y, ameritaba aplacar ese picor con unas cervezas bien heladas, aprovechando el incesante calor que hacia ese día, cervezas van, cervezas vienen  y seguíamos consumiendo, ya muy pronto subimos a nuestros coches y nos fuimos rumbo a la playa más lejana donde hubiera poca gente y no esté abarrotada de gente excitada por hacer el amor con el mar. Al son de una rica música salsa sensual de antaño como la del inefable Frankie Ruiz cantando a voz en cuello “mi libertad”….quiero cantar de nuevo caminar y a mis buenos amigos visitar pidiendo otra oportunidad….!!

Canción que guardo un grato recuerdo nostálgico de mi puerto San Juan de Marcona, ciudad donde viví los mejores años de mi vida, mi primer beso, mi primera enamorada, mi primera vez en el licor (como ya conté en artículos anteriores), mi amor platónico y sobre todo mis primeros miedos. Nos íbamos con el alta voz al máximo, con la ventanas abiertas misma discoteca móvil y que marcaba la envidia de las personas que nos miraban, ya pronto llegamos a la playa estacionamos los coches, solicitamos sombrillas, hamacas, mesas y abundante licor porque el mundo se estaba acabando y no teníamos que perder ni un minuto, todos ya estábamos sumamente ali-coreados y me gusta ser muy divertido para mis amigos, recuerdo que bailaba sobre la arena como una misma mujer excitada, es increíble, ver a mis “compas” empezar a no quedarse atrás e intentar robarse el show feminista; aplausos, risas de licor abundaban en nuestra reunión playera.

Fue cuando de pronto Abel uno de mis amigos decide lanzarse al mar cual nadador profesional, le insistimos que no lo haga pero, como siempre un borracho y un niño dicen la verdad y siempre creen tener la puta jodida razón y se fue rumbo al mar, aun con el licor encima de todo mi cuerpo bronceado por no decir sancochado mismo camarón de rio decidí alcanzar a este estúpido amigo. Sé muy bien que un alcoholizado por nada debería ingresar al mar por eso de estúpido no la tenía, a cada momento le decía que no ingrese tan adentro pero, “tarzán del mar” ignoró mis palabras, fue cuando de pronto vi que mi amigo me llamaba diciéndome que se ahogaba y yo no le creía pero, al ver que se hundió decidí nadar rápido en su rescate, comprobé que en verdad se estaba ahogando a pesar del alcohol en mi cuerpo pensé rápido y dije para mis adentros dejo que se ahogue o ingreso a rescatarlo arriesgando mi vida, fueron milésimas de segundos que pensé en mis hijos, mis padres, mi futuro por otro lado pensé en mi amigo y tome la decisión de ingresar para rescatarlo.

Estando ya con Abel, este estaba en desesperación y me suplicaba que por favor lo saque del mar y lo lleve afuera pero, mi amigo me abrazaba como a una enamorada desesperada con ganas de hacer el amor, le decía que se tranquilice pero, eran vanas mis palabras porque mi amigo estaba muy nervioso, ya no sentía el piso arenoso, y nos estábamos alejando rápidamente de la orilla del mar, es increíble pero, cuando uno está mar adentro ya no ves la orilla solo veíamos mar por todos lados, de inmediato hable rápido con mi balbuceante amigo para estratégica mente aprovechar la venida de una ola y que nos lleve por impulso hacia la orilla, y así lo hacíamos pero, el mar nos jalaba rápidamente hacia dentro, ya casi solo quedaba esperar un milagro, que alguna persona en la orilla se percatara de estos dos “tontos pobretones” a punto de pasar a otra vida, fue cuando pareciera que el mar se apiadó de nosotros y nos envió una ola gigante, fuerte y con capacidad de transportarnos hacia la orilla y en ese preciso momento escuche una voz que me decía “coge la boya, coge la boya”, volteo y era el ángel del Señor disfrazado de salvavidas lanzándome una boya amarrada a una soga y en el otro extremo llegaba hasta la orilla con varios salvavidas dispuestos a jalarnos hacia las afueras.

Es increíble cuando llegamos a la orilla, nos esperaban nuestras “fans” dije para firmar autógrafos y tomarse fotos con estos dos expertos nadadores ebrios hasta el tuétano que con el tremendo susto se nos fue todo rasgo de licor. Los salvavidas nos auxiliaron y solo mirábamos muchas personas con sus rostros estupefactos mirando a esos dos que el mar había vomitado, que ni el mar nos quería con él. En realidad obviando las bromas fue una de mis experiencias mas dramáticas y no era porque yo era el causante de tal estupidez sino porque nunca antes me había sucedido tal tragedia playera, desde esa fecha nadie me ha podido curar ese miedo es por ello que al mar lo miro con respeto y antes de ingresar primero le pido permiso para solo bañarme en sus orillas porque sé que el mar aun me extraña.

Hasta mi próxima historia…

lunes, 12 de marzo de 2018

AL VERLOS COMER, YO YA ESTOY COMIENDO


AL VERLOS COMER, YA ESTOY COMIENDO.

Era una tarde de un día cualquiera cuando volvíamos mis hermanas y yo del colegio, era normal regresar a casa con mucha hambre, con ganas de devorar toda una olla de comida, nos íbamos corriendo haciendo competencia para ver quien llegaba primero a casa, tocábamos la puerta incesantemente hasta que la impronta Mama María corría para abrir y nosotros ingresábamos raudamente como cualquier niño pueril inocuo, mi Mamá nos decía que antes de cenar nos cambiemos de ropa y nos lavemos las manos a lo que obedecíamos con prontitud; ya listos todos dispuestos a cenar Mamá nos dió la mala noticia que no había cena que comer porque se habían terminado todos los alimentos que habían en el frízer, de pronto un silencio inundó la sala y en ese momento nuestros estómagos empezaron a resignarse para ir a dormir con el estómago vacío como nos sucedió muchas veces.

Mamá al rato nos pregunto qué haríamos si apareciera un solo plato de comida en la mesa? Nosotros respondimos: iríamos corriendo por cucharas y tenedores para comer entonces, vayan por sus cucharas y tenedores, vimos que encima de la mesa había un plato grande de comida mis tres hermanas y yo nos pusimos alrededor de la mesa y comenzamos a comer desesperadamente como cual galgos náufragos venidos de una isla desierta, recuerdo que mi Mamá nos miraba comer y en ese momento le pregunte: Mamá no deseas comer?  Mi Mamá me respondió una frase que hasta el día de hoy la recuerdo “coman hijos pues, yo al verlos comer ya estoy comiendo”, Mamá fue una mujer entregada a su casa y a sus hijos, sabia como cuidarnos, nos protegía como cualquier leona cuida a sus críos pero, ese día marcó en mi esa su frase filosófica maternal y hoy que soy padre, comprendo bien a mis hijos cuando ellos están comiendo me alegro verlos comer como “galgos” y un día mi hija menor Andreita me preguntó: papi tu no comerás con nosotros? Allí recordé la frase de mi Mamá y solo atine a repetir su frase como mía “coman hijos que yo al verlos comer ya estoy comiendo” y no voy a negar que derrame algunas lágrimas, porque recordé ese momento cuando era un infante pueril; hoy mis hermanas y yo somos adultos con hijos jóvenes.

Mama María hoy es una madre mujer que ya bordea los `70s cada día su cuerpo se debilita, su rostro se arruga y su cabellito se pinta de canas blancas aunque ella se los pinta para estar más bonita, ella es una mujer bella, ojos pardos claros, su carita tristona es la que yo herede, si la conocieran es una madre para todos, cuando vas a visitarla comida siempre hay y si no hay nada de la nada te brinda comida, es una buena anfitriona, le agrada que sus invitados estén cómodos, eso si, ella se molesta si le desprecias un plato de comida, Papá a veces reniega de eso pero, termina por aceptar que Mamá es así porque así la criaron mis abuelos y mis bis abuelos y yo también tengo eso de jodido que me gusta que comas tus alimentos hasta el último granito, salvo que estés a dieta por prescripción médica y no la dieta cojuda del gym.

Siempre voy a recordar a mi Mamá cuando nos hablaba de su niñez en la chacra donde ella vivía,  todos alrededor de ella escuchábamos atentamente y recreábamos en nuestras mentes pero, eso ya será motivo para seguir deleitando a ustedes mis fieles seguidores.

Hasta mi próxima historia…


lunes, 5 de marzo de 2018

UN ATARDECER CON MI PADRE


UN ATARDECER CON MI PADRE

Hace muchos años yo vivía en un centro minero en el Departamento de Ica, precisamente en el Puerto San Juan de Marcona, lugar que guardo gratos recuerdos, vivencias ingratas, funestas pero, también alegres y agradables como las que pase un sábado, al ocaso del día en una playa alejada de la ciudad, esa playa se llamaba “Yanyarina”, recuerdo que fue una fecha en que los trabajadores del centro minero estaban de huelga, mi padre y yo nos fuimos de pesca como para relajarnos todo el día. Yo estaba encargado de alistar y preparar todo lo necesario para la pesca, cordel y anzuelo era todo lo que necesitábamos, la carnada la sacábamos del mismo mar, mi Madre que cariñosamente la llamamos “Mama María”  nos preparó unos ricos tallarines con pollo y papa a la huancaína, además de un botellón de agua de cebada, mi padre como todo buen pechugón solo alistaba su ropa de baño y abrigo.

Ya estuvimos de pronto en el paradero buscando quien nos haga el servicio de llevarnos a esa linda playa lejana que hoy sigo añorando, recuerdo que fue un señor de avanzada edad que nos hizo el servicio en su destartalada camioneta de los años `40, de alguna u otra manera llegamos al lugar, era una playa paradisiaca propia de una isla inhabitada, no había gente tan solo pelicanos, gaviotas y unos cuantos lobos marinos jodiendo por la playa, eran aproximadamente ocho de la mañana donde podía apreciar el alba del día, el golpe de las olas, caminar sobre la arena y ver la neblina que se juntaba con la rivera del mar; nuestros ojos se deleitaban ante la maravilla de la naturaleza.

Esta playa era tan alejada de la ciudad que si nos pasaba algo nadie sabría que nos sucedió ni tampoco nadie nos auxiliaría salvo el vetusto chofer que nos recogería al anochecer, aun así seguía siendo una playa expectante para todos los que la visiten, como poca o casi nada de gente la visitaba era beneficioso para todo pescador ya que allí lanzabas el anzuelo y en menos de cinco minutos la boca de un pescado ya estaba en el anzuelo, también encontrábamos variedad de mariscos como almejas, erizos, lapas y señoritas; nos aseguramos de llevar limones, cebollas, apio, sal, cancha; todo para preparar nuestro delicioso plato bandera como el ceviche, comer en el mar no es nada comparado ni en el mejor restaurante de cinco tenedores, es una aventura culinaria sin igual.

Ya entrada la tarde llenos de nuestro estómago, de una buena pesca y mariscos nos sentamos en una peña mirando el ocaso del sol, me encantaba como el sunset del día iluminaba nuestros rostros de un color rojizo anaranjado y nos ponía algo melancólicos ese momento, es allí cuando mi Padre comenzó a hablarme de su niñez, tema que concitaba tal interés de mi parte en saber cómo era mi Padre de niño, me contaba que sufría mucho con mis abuelos allá en las alturas gélidas de la sierra sur oriente del Perú, precisamente en un pueblo que se llama Macusani en el Departamento de Puno, Región de donde son gran parte de mi familia y con mucho orgullo se los digo. Mi Padre se ponía nostálgico cuando me contaba que caminaba largos kilómetros de campo hasta llegar a un lugar donde realizaban la explotación de la minería artesanal donde trabajaba mi abuelo Melchor, me contó del cariño que le tenía a un perro el cual no recuerdo su nombre pero, era su fiel perro guardián, engreído por todos hasta que llegó a morir y nadie supo de que murió, eso le produjo mucha pena a mi Padre pero, como dicen los actores la función tiene que continuar y así fue…

El frio que hacía por allí era tan fuerte que las manos y rostro se rajaban hasta brotar sangre de su piel, yo al escuchar su relato muy disimuladamente me secaba mis lagrimas y es que heredé la sensibilidad de la Mama María; mi abuelo tuvo varios hijos y mi Padre era el hijo mayor, por ser el mayor fue el que sufrió más que todos sus hermanos, tardé muchos años para entender el porqué mi Padre nos trataba de tal manera pero, hoy sé muy bien que es un buen hombre, trabajador, serio, de palabra y honesto; quizás cometió errores, negligencias producto de su inexperiencia para educar mejor a sus vástagos pero, quienes somos nosotros para juzgar a nadie en especial a nuestros padres, esos seres que en su momento decidieron darnos algo muy importante y esa es la VIDA. Hoy mis padres ya conforman esa plana de los jóvenes de la tercera edad y gracias a Dios los tengo con vida, aprovecho cada momento que estoy con ellos, sacándoles más historias de sus vivencias y sobre todo robándoles todo su amor y yo entregando mi amor para ellos.

Hasta mi próxima historia…


jueves, 22 de febrero de 2018

EL ARTE DE PLAGEAR EN EL COLEGIO


EL ARTE DE PLAGEAR EN EL COLEGIO

Estaba en la plena etapa de la secundaria educativa y cursaba el segundo año, era una tarde muy tensa y agria, porque ese día nos tomarían examen del curso de Química, tensa digo porque la profesora que nos enseñaba no tenía ninguna cara de mensa por cierto se llamaba Victoria, nombre que hasta el día de hoy recuerdo  “con mucho cariño”.

Eran las 2:20 pm hora de cambio de turno e inicio de ese examen crucial, momento donde todos “inteligentes y burros” estábamos tensos, yo pertenecía a los últimos desafortunadamente; siempre andábamos en manadas, los inteligentes por un lado y los burros por otro lado, coordinando nuestros planes maquiavélicos para tratar de aprobar aunque sea con un orgulloso “once”, y esa seria nuestra mayor victoria.

La voz altisonante, con tono vozarrón de la profesora Victoria hacia estremecer hasta las paredes del salón, allí ya sentíamos la derrota en su total plenitud de no intentar nada que nos delate; y es que ya días atrás habíamos planeado utilizar el vil arte de “plagiar”, preparando todo nuestro arsenal de plagios  como pequeñas laminas de hojas escritas con las tediosas fórmulas químicas, las mujeres se escribieron en sus piernas, otros pegaron el plagio debajo de las carpetas y solo era jalar la hoja y leíamos todo; sin embargo, parecía que la profesora ya sabía de nuestros viles planes y destrozó todas nuestras barricadas, nos desarmó en su totalidad, ordenó que todos saliéramos del salón sin cuadernos ni nada, rumbo a otro salón, nos hizo formar en columnas de a dos e íbamos ingresando en pareja, un hombre y una mujer, por no decir un burro y una inteligente.

Cuando ingresamos al salón gran sorpresa fue al ver carpetas todas ordenadas en forma de circulo y el asiento de la profesora al frente de todos, nos sentíamos derrotados sin haber dado tal examen, estábamos muy nerviosos, considerábamos que esta medida era muy inicua para nosotros pero, nada podíamos hacer nuestra suerte ya estaba echada cuando comenzó a dejar los exámenes en cada mesa y antes de empezar la “masacre masiva”, nos advirtió que al primero que detecte plagiando se suspendería el examen para todos; con esa advertencia ya estábamos sentenciados, todo el salón estaba en modo silencio, ni ganas de voltear hacia el compañero para alguna respuesta solidaria, solo esperábamos el momento del degollamiento académico, yo estaba perplejo, anonadado, pensaba en lo que me dirían mis padres al llevar este curso para nivelación en vacaciones, estaba seguro que ellos me harían revivir después del degollamiento, para luego volverme a degollar o a lo mucho ser víctima de un descuartizamiento.

Pasaban los minutos aciagos, cuando de pronto la maestra anuncia que vayamos terminando porque faltaban nada más que diez cruciales últimos minutos, vivíamos los descuentos de nuestra vida, burros e inteligentes nos mirábamos las caras de preocupación y derrota, cuando de pronto la maestra dio un golpe inusitado en su carpeta y con su voz prominente dijo: alto, deténganse…!! Nosotros pensamos que llegó la hora de morir; para sorpresa nuestra la pedagoga nos pidió que cada uno coja su examen y lo rompa en cuatro pedazos con toda la furia de la frustración que teníamos, comenzamos hacerlo al inicio algo dubitativos pero, luego descargamos toda nuestra furia en ese examen, luego nos dijo que nos pusiéramos de pie y que a la cuenta de tres comenzáramos a gritar lo más fuerte que podamos; por momentos pensamos que la Amauta había enloquecido y deberíamos llamar al director para que se la lleven con camisa de fuerza rumbo al manicomio o a la silla eléctrica, fue cuando de pronto, insistió que gritemos lo mas altisonante que podamos y ella lo haría con nosotros. Fue la mejor catarsis que había hecho en mi vida y con mayor motivación porque la Maestra lo hizo con nosotros, allí liberamos toda nuestra frustración, gritando lo más fuerte que hemos podido hasta derramar nuestras lágrimas y abrazarnos con regocijo.

Todos pensamos que esto era una treta pero, no fue así, la Maestra nos comenzó a hablar que sentía todo el salón con una fuerte tensión nerviosa, nerviosismo que le hizo recordar cuando paso algo similar en su etapa de estudiante secundaria, lamentablemente a ella si la jalaron del curso enviándola a nivelación en las vacaciones, sus padres se molestaron mucho y la castigaron al igual que a sus demás compañeros. Nuestra Maestra se prometió esa vez que nunca le haría eso a sus hijos ni a sus alumnos si por cosas de la vida se convirtiera en Docente, y que bendición fue que se convirtiera en una “pedagoga justa”.

Maestra que hasta el día de hoy recuerdo, porque esa noble acción es la que me enseñó a cuidar a mis hijos, mis padres, hermanos y la sociedad en general donde está el prójimo, cuidando la autoestima de todos ellos.

Hasta mi próxima historia….


lunes, 19 de febrero de 2018

MI PRIMERA VEZ


MI PRIMERA VEZ...

Era mi etapa de estudiante secundario, bordeaba el quinto de secundaria cuando tuve mi primera experiencia, fue algo desagradable y forzada en un ocaso de un día de mitad de semana que teníamos una reunión mis compañeros y yo para asistir a una tertulia musical pero, estos compañeros me esperaban a las afueras del recinto y de pronto, escuche un silbido conocido, característico de los jóvenes pueriles que pertenecíamos a una manada de “chibolos”, eran mis compas del colegio que me hacían señas para que me acercase muy sigilosamente a ellos. Ya de pronto, estando juntos nos pusimos de acuerdo en no asistir al evento y en vez de ello compartiríamos unos momentos de velada agradable, y fue de pronto cuando avisté una botella de licor de esos preparados baratos que consumen los primerizos que recién comienzan a beber licor.

Solo sonreí nerviosamente, me sorprendí cuando vi tomar con total naturalidad a mis amigos, parecían viejos lobos de la bebida; es allí cuando me tocó el turno de coger la botella y servirme una copa, a lo que rechacé tal ofrecimiento, mis amigos comenzaron a presionarme y me seguía negando sobre todo por el miedo a lo que me dirían mis padres si llegara ebrio a casa. La persistencia manipuladora de estos desgraciados compañeros hizo que yo cediera y me sirviera con mucho nerviosismo mi primera copa oficial, recordaba a mi padre cuando bebía en la casa con sus amigos, en forma natural y ellos se divertían, trate de hacer lo mismo y me embullé mi primera copa, bebí lo más rápido y sentí que no pasaba nada, estaba todo normal los primeros cinco segundos luego, sentí que me faltaba aire, comencé a toser, me puse rojo como un rocoto y en ese momento sentía que me despedía de este mundo por la falta de oxigeno en mi ser. En mi completo delirio me sorprendía ver a mis amigos que se reían del estado en el que me encontraba y nadie me auxiliaba, luego de unos minutos ese malestar desapareció y estuve tranquilo por unos minutos hasta que la copa volvió a mí y ya no quería saber nada de licor pero, estos incautos amigos persistían a que siguiera bebiendo, comenzaron a insultarme, a herir mi hombría varonil es allí cuando por mi honra y mi honor volví aceptar servirme otra copa de licor, el síntoma de beber por primera vez era menos, ya no me faltaba el aire, estaba tranquilo pero, comencé a sentir temblor en mi cuerpo, un cierto escalofrío invadió todo mi ser y otra vez nadie me asistió todo lo contrario, solo se reían de mi.

Ya pasaban por la cuarta copa y sentía que me habían drogado porque comencé a reírme de todo, cual movimiento veía me moría de la risa, un compañero se tiró un “pedo” y todos estallamos de risa y yo caí al suelo revolcándome de la risa, dentro de mi me decía “que me pasa, que me sucede”, pero, era algo que no podía controlar; pasaban las horas y decidimos comprar otra botella de ese licor barato y seguíamos consumiendo esa bebida, yo paré de reír para pasar a la otra etapa y era la de la tristeza, la melancolía; me quedé mudo por un buen rato, parado recostado en la pared y todos me miraban como si yo fuera un completo esperpento de zombie. Luego de unos minutos vino mi verdadera desgracia, porque nos cayó la policía y todos mis amigos corrieron, yo traté de emprender la huída y solo me caía una y otra vez, fui el único a quien la policía capturo, me llevaron a la comisaria, me pedían que diera mi dirección de domicilio pero, yo estaba muy mal, balbuceaba, comencé a vomitar en el escritorio del comisario, los policías me llevaron a otro ambiente, me sentaron en un viejo mueble, me trajeron unas frazadas y me quedé dormido, eso fue lo último que recuerdo. A la mañana siguiente vi el día claro y no podía creerlo y es que amanecí en mi propia cama, abrigado con mis propias frazadas, empecé a temblar de miedo pero, esta vez mi miedo ya no era por el licor sino mas bien por lo que me dirían mis padres y estaba con miles de preguntas en mi mente, no sabía cómo llegue a casa, quién me trajo, qué pasó, qué hice y demás interrogantes.

Mi mamá ingreso a mi habitación que por cierto estaba inundado con un perfume de licor barato marca “cien fuegos”, ella me miró muy seria con graves signos de molestia y yo la miraba con un rostro de arrepentimiento; mi madre me hizo las preguntas claves como dónde has estado, con quién has estado, qué has bebido, y el silencio se apoderó de mi habitación; no me quedaba otra opción que decir mi verdad, mostrar arrepentimiento y pedir perdón desde el fondo de mi corazón, porque al fin y al cabo mi vida debería de continuar y no frenarse por unas copas de licor barato.

Hasta mi próxima historia….